En el año 2015 nace el proyecto “Impulso Joven”, fruto de la colaboración entre la Fundación Salud y Comunidad (FSC) y la Secretaría de Medidas Penales, Reinserción y Atención a la Víctima (Departamento de Justicia de la Generalitat de Cataluña), para su aplicación en el Centro Penitenciario de Jóvenes de Quatre Camins (La Roca del Vallés, Barcelona).

La misión principal del proyecto es realizar un acompañamiento integral a los jóvenes internos, y a sus familias, a lo largo del proceso penitenciario, con el objetivo de contribuir a su empoderamiento y desarrollo de habilidades sociales.

La población penitenciaria constituye un reflejo de los cambios políticos, económicos, culturales y sociales que vivimos, y en este contexto se hace imprescindible establecer un análisis detallado de las situaciones y necesidades particulares, con el fin de poder adaptar la intervención a sus especificidades.

En este artículo, queremos poner el foco en el análisis de las características de las personas atendidas el pasado año 2019, en el que se atendió a un total de 30 jóvenes. La edad media de los mismos fue de 23 años. En primer lugar, se puede constatar que la mayoría de los jóvenes atendidos siguen siendo de nacionalidad española (56,6%) y latinoamericana (25,2%). Se trata de jóvenes con baja experiencia laboral y formativa (el 80% no dispone del título de la ESO), que proceden de familias con una situación socioeconómica frágil. Asimismo, prácticamente su totalidad (93%) consume regularmente una o varias sustancias como el alcohol, la cocaína o el hachís y, en algunos casos, presentan al mismo tiempo particularidades relacionadas con la salud mental.

Además, se observa que la gran mayoría de los jóvenes atendidos se muestran motivados para el cambio, y que aprovechan las oportunidades que se les ofrece en el centro penitenciario, y desde el mismo proyecto, para completar su formación, iniciar su carrera laboral y reducir el consumo de tóxicos.

Igualmente, se constata que con frecuencia comparten aspectos personales comunes: dificultad a la hora de gestionar emociones como la ira y la tristeza, sentimientos y actitudes de hostilidad, falta de motivación personal, impulsividad en la relación con sus iguales, baja autoestima y seguridad, apatía e ideas y conductas autodestructivas, entre otras.

Sin embargo, se valora imprescindible trabajar con la particularidad de las personas que se atienden desde el proyecto, ya que cada una de ellas manifiesta características propias de su personalidad y de su historia de vida, lo que conlleva una configuración personal única y, por consiguiente, necesidades de tratamiento distintas.

Los factores descritos han resultado ser objeto de intervención en los jóvenes participantes en 2019 y se han observado patrones familiares que han influido en su aparición y mantenimiento. Estos patrones se refieren al estilo educativo y afectivo de los progenitores que se ve reforzado por la propia dinámica familiar. Concretamente, se identifica un estilo educativo permisivo, caracterizado por límites difusos o la ausencia de estos, en muchos casos, debido a la dificultad de los progenitores de llegar a acuerdos respecto a cómo educar a los hijos/as y/o el deseo de evitar reproducir el estilo educativo de la familia de origen (generalmente autoritario); y un estilo afectivo evitativo y/o ambivalente, en el que se dan respuestas desproporcionadas, inadecuadas y/o inconsistentes a las necesidades básicas de los hijos/as.

Estas dinámicas propician la interacción inadecuada entre el joven y su entorno, ya que tienden a generar sentimientos de inseguridad y miedo al rechazo en los hijos, así como desconfianza en su relación con los demás.  Por todo ello, el abordaje de las mismas con el núcleo familiar juega un papel crucial en su proceso de rehabilitación.

Así mismo, se percibe que los chicos que han nacido y vivido gran parte de su infancia en otros países antes de su llegada a España (un 43,4% de los jóvenes atendidos ha nacido fuera de España), presentan más dificultades de relación con el entorno, debido al cambio cultural y social inherente al proceso migratorio y a la resultante complejidad de la estructura de su sistema familiar.

Por un lado, se da la circunstancia de los jóvenes que han sido criados por la familia extensa en sus países de origen por la migración de una o varias de sus figuras de referencia, debido a la necesidad de hacer frente a las dificultades socioeconómicas con las que conviven. En este sentido, observamos que un 73% de las personas atendidas que tuvieron que emigrar de su país de origen, fueron criados por la familia extensa (consanguínea).

La reagrupación del núcleo familiar en el nuevo país, suele hacerse llegada la adolescencia de los menores y tiende a ser un acontecimiento deseado y temido a la vez, entre otras cosas, por el sentimiento de inseguridad que genera en los mismos el desarraigo del país de origen y de sus cuidadores, así como el de los progenitores, por la incerteza respecto a si conseguirán establecer un vínculo cercano con sus hijos. De nuevo, la intervención con el mencionado núcleo resulta relevante, en este caso, para permitir a los jóvenes elaborar el duelo por la pérdida de las figuras de referencia y la posterior adaptación a la nueva realidad en el país de destino.

Por otro lado, en el proyecto emergen casos de jóvenes migrantes no acompañados. En general, se trata de jóvenes que han crecido en un ambiente carencial y desestructurado, los cuales migran solos siendo menores de edad a este país, se sienten desorientados y se hace patente el hecho de que no existen dispositivos o recursos suficientes que permitan la total integración de estos jóvenes a la sociedad. El porcentaje de jóvenes migrantes no acompañados en el Centro Penitenciario de Jóvenes supera el 70% en la actualidad. Este tipo de situación requiere de metodologías innovadoras que contemplen la figura de un referente que vincule con estas personas y pueda favorecer su acogida en todas sus dimensiones, así como ampliar la red de recursos comunitarios para su reinserción.

En la línea de lo mencionado anteriormente, el análisis realizado de las personas atendidas, permite al equipo de profesionales del proyecto detectar la necesidad de realizar un abordaje más intenso, más allá de los muros del centro penitenciario, con el objetivo de optimizar el aprovechamiento de los recursos comunitarios existentes y favorecer la oferta de nuevos espacios y oportunidades a los jóvenes.


Mireia Oliva Framis
Psicóloga del proyecto “Impulso Joven”
Fundación Salud y Comunidad