El servicio, gestionado y dirigido por la Fundación Salud y Comunidad (FSC), se configura como un espacio de intervención psicosocial para las personas con adicciones que se encuentran vinculadas de forma permanente a La Cañada Real, en Madrid. 

Se trata de una población muy castigada por el consumo de drogas, aislada, excluida y con gran dificultad de acceso a las redes de atención “normalizadas”. Esta exclusión y aislamiento, además de incidir en ámbitos como el social, psicológico o sanitario, lleva consigo una desconexión con el quehacer diario de la sociedad, presentando estas personas a menudo una situación de gran vulnerabilidad.

La declaración del estado de alarma y el confinamiento, también llegó a este entorno y a esta población. En los primeros días, ya va a hacer un año, no se podían imaginar la gravedad que iba a suponer la pandemia ni las medidas que se iban a tomar. Pero, ¿cómo podían imaginárselo? En su cotidianeidad, estas personas se encuentran abocadas a vivir una realidad paralela… En su día a día, sobreviven sin un espacio seguro para dormir y descansar, en constante alerta.

En el poblado de Valdemingómez, en Madrid, el consumo se concentra en una gran explanada. Muchas de las personas que viven en ella, necesitan a quienes entran a consumir en “cundas” (denominados “taxis” de la droga) para asegurarse una mínima cantidad de droga. Aquellas que trabajan para el narcotráfico, dependen del nivel de venta que haya para poder consumir, comer y en el mejor de los casos, gozar de algunos privilegios como descansar… Por su parte, las “cundas” consiguen dinero de las personas que necesiten y quieran acudir allí a comprar sus dosis. Antes de la pandemia, no podían imaginar que todo eso se fuese a tambalear…

Pero, poco a poco, las calles se vaciaron, las tiendas cerraron, y gran parte de la población se confinó. Las personas que sobrevivían realizando alguna actividad en la ciudad de Madrid, como mendicidad o pequeños recados a cambio de dinero, volvían contando al resto que no había nadie por la calle. En los primeros días, las “cundas” llenaban la explanada y, quienes podían, compraban mayores cantidades de droga para sobrellevar el confinamiento en sus domicilios.

La población de La Cañada Real con problemas de adicciones se quedó allí, sin poderse confinar, en una falsa normalidad caracterizada por la incapacidad de poder buscarse la vida para sobrevivir, consumir y comer, con una necesidad de creer que el virus no iba a llegar allí, pero con preocupación constante en sus ojos por si le tocaba a alguno/a y a sus familiares. En esos momentos, aumentaron las llamadas de los usuarios/as del servicio a sus familias y la preocupación de los familiares hacia ellos/as.

La brecha informativa y situacional en la que se encuentran las personas con adicciones residentes en La Cañada, pasó factura en los momentos más críticos de la pandemia. Se vieron afectadas de forma colateral por el reconocimiento del estado de alarma y el confinamiento, porque allí las personas en situación de calle tuvieron grandes dificultades para protegerse y llevar a cabo las medidas de protección y seguridad recomendadas en esos momentos.

Durante este periodo, la intervención psicosocial se ha visto caracterizada por el acompañamiento a las personas en un periodo de máxima incertidumbre a nivel general, que se ha concretado en La Cañada Real dejando sin respuesta en algunas ocasiones las preguntas y necesidades que planteaban los destinatarios/as del servicio. Preguntas que, en situación de normalidad, ya generaban confusión y/o desconfianza.

Debido al COVID -19, las atenciones individuales se vieron restringidas en cuantía y duración, por seguridad del equipo profesional y de las personas que acudían al centro. En un primer momento, destacaron las intervenciones en crisis, la emergencia, así como la necesidad de autentificar y contextualizar en espacio y tiempo la realidad de la situación producida por esta enfermedad. También, el refuerzo del trabajo educativo, promoviendo la incorporación a la cotidianidad de las medidas higiénicas y de prevención necesarias.

A nivel social, se produjo un aumento de demandas de personas que no cumplían con el perfil del servicio, y una urgencia en solucionar algunas situaciones que se vieron paralizadas por la magnitud de la realidad del momento.

No obstante, desde el Centro de Reducción del Daño, se ha realizado un gran esfuerzo y adaptación por mantener la atención en el recurso, y se han realizado protocolos para garantizar la prestación de servicios de forma segura para las personas usuarias y para el equipo profesional que desempeña allí su labor. Se lleva a cabo además un trabajo educativo permanente para informar sobre el virus, medidas de prevención, síntomas, facilitando información sobre los riesgos que conlleva, en relación al consumo.

Por otra parte, resulta complicado trabajar con medidas de higiene y distanciamiento social en un entorno tan castigado como este, en el que la falta de cobertura de necesidades básicas, hace que las personas no prioricen otros elementos de cuidado, como las medidas para protegerse y proteger a los demás frente al COVID-19.

Supone una importante lección personal y profesional tener la oportunidad de acompañar y conocer a las personas con adicciones que residen en La Cañada, población que maneja la adaptación frente a situaciones adversas, como la planteada por esta pandemia, sin mayor queja que cualquiera. Personas que han mostrado, en todo momento, una gran capacidad de superación y resiliencia, ante la reducción de servicios que una vez más han sufrido, así como por la ralentización de oportunidades para salir de un entorno tan castigado.