Comienzo mi historia desde los 14 años que empecé a trabajar en el campo, cortando uva. A partir de aquí, me dejé los estudios con 15 años (auxiliar administrativo) y fue el comienzo de mi vida laboral.

Tuve mucha facilidad para encontrar trabajo y lograba trabajar en donde me proponía, cambiando incluso de trabajo. Trabajé como operario, carpintero, comercial, camarero, celador y muchos trabajos más, pero al final no tenía ninguna profesión adquirida, trabajaba siempre como peón.

Después de una vida laboral con muchos altibajos y sin saber realmente qué profesión era la mía, me propuse conseguir tener una profesión y me hice vigilante de seguridad.

Este trabajo me lo tomé muy en serio y fui progresando hasta ser personal laboral fijo en el Aeropuerto de Alicante, como vigilante de seguridad.

Realizaba todas las formaciones necesarias para estar lo más actualizado posible, incluso recibí alguna que otra mención honorifica por el trabajo realizado. Todo me iba muy bien, estaba fijo en el Aeropuerto de Alicante y conseguí una buena estabilidad personal y familiar, era feliz.

En 2013, EULEN, la empresa de seguridad para la que yo trabajaba, hizo un ERE para despedir a 30 personas y, aunque no me correspondía estar entre ellas, me metieron en el listado y fui despedido con 42 años…

Me dieron una indemnización de 6.000 euros y a cobrar el paro. En un principio, no me preocupó mucho ya que, por mi experiencia y trayectoria laboral, pensé que no tardaría en encontrar trabajo.

Empecé a enviar currículums a todas las empresas de seguridad que conocía y no me llamaban de ninguna, necesitaban personal, pero querían trabajadores recién salidos de la academia…

Tras esta decepción, después de 10 años como vigilante de seguridad, y con el dinero de la  indemnización, decidí montar un taller de serigrafía, que no funcionó, ya que la crisis de ese momento fue para todos.

Después de 5 años con mi vida sentimental, familiar y económica destrozada, mientras cobraba el paro, y después la Renta Activa de Inserción (RAI), estuve realizando hasta 5 certificados de profesionalidad, en busca de la inserción laboral que no conseguía y que cada vez era más complicada, ya que cumplía más edad.

Psicológicamente destrozado y con la autoestima por los suelos, con algo de depresión y sin ingresos de ningún tipo, solicité la Renta Valenciana de Inclusión Social y me dieron cita para 2 meses con la trabajadora social que me correspondía.

En este estado de desesperación, solicité mi certificado digital y yo mismo hice la solicitud en la sede electrónica de la Generalitat Valenciana, entrando en vigor desde esa fecha.

A los 2 meses, acudía a mi cita con la trabajadora social, a la que le pedí que me ayudara, que ya no sabía a quién pedirle dinero.

Gracias a Dios, me dieron una ayuda del ayuntamiento de 360 euros y me remitieron al Centro Social “Virgen del Carmen” a realizar un curso de inserción laboral, donde conocí a las profesionales del Servicio Acompañamiento Itinerarios Inserción Laboral (SAIIL), dirigido y gestionado por la Fundación Salud y Comunidad (FSC) en Alicante. Me agarré a una de ellas, por su humanidad y comprensión, como el que se “agarra a un flotador en medio del océano”…

En ese momento, estaba muy hundido psicológicamente, ya hacía más de seis meses que había solicitado la Renta Valenciana de Inclusión Social y aún no había recibido nada, ni una contestación, por lo que emprendí acciones legales contra la Generalitat Valenciana por el incumplimiento del expediente, recurriendo al Defensor del Pueblo (Síndic de Greuges).

Llegó el COVID-19 y se me acabó la ayuda de 360 euros del ayuntamiento, vendí todo lo que tenía -hasta la bicicleta- y la Renta Valenciana de inclusión social no llegaba, ni contestaban y trabajo tampoco conseguía, por lo que me encontraba en una profunda depresión.

Quiero agradecer a M., profesional del SAIIL, que siempre estuvo ahí cuando la llamaba desesperado y siempre me echaba ese “flotador para que no me ahogara”, remitiéndome al Banco de Alimentos, o facilitándome una tarjeta de transporte para que pudiera desplazarme.

No podía estar más agradecido en esos momentos tan desesperados y en confinamiento, cuando llenaba la nevera de alimentos. Gracias “Acompañante del SAIIL”.

Después de un año y medio de solicitar la renta valenciana de inclusión social, la recibí y eso hizo que mi situación económica se normalizara un poco, mi autoestima y motivación aumentó. En ese momento, decidí prepararme las oposiciones para conserje de la Generalitat Valenciana y las aprobé, esperando a que me llamaran de otras oposiciones. Hoy en día, con 52 años, soy funcionario interino en la Concejalía de Deportes del Ayuntamiento de Alicante como conserje.

Doy gracias a Dios, y a profesionales como M. del SAIIL que consiguió motivarme cuando ya estaba hundido y me había rendido. Ahora sé que tenía que pasar por todo ello para ser lo que soy hoy y ser feliz con mi trabajo de conserje, aunque la experiencia me ha dejado miedos que voy superando poco a poco.


Julio, persona atendida en el Servicio Acompañamiento Itinerarios Inserción Laboral (SAIIL) de FSC en Alicante.