Desde hace unos años, los recursos del Área de Adicciones, Género y Familia de la Fundación Salud y Comunidad (FSC),  han ido tomando cada vez mayor conciencia de la importancia de incorporar una mirada con perspectiva de género que modifique su manera tradicional de intervención socioeducativa, transformándola en una más inclusiva y transversal.

Tradicionalmente, los programas de drogodependencias se han diseñado desde una perspectiva androcéntrica. Los hombres han sido y siguen siendo los usuarios mayoritarios de este tipo de recursos. Las intervenciones sobre la adicción, siguen tomando como eje de actuación la realidad masculina. No es casualidad que las mujeres continúen siendo una gran minoría y que el tiempo de estancia y adherencia al tratamiento sea mucho menor que el de los hombres. Tampoco es casualidad que el número de mujeres trans sea casi nulo y no accedan a este tipo de recursos.

Según señalan Llopis, Castillo, Rebollida y Stocco (2005), el androcentrismo sigue siendo muy común en los tratamientos aplicándose a las mujeres, bajo una supuesta concepción “neutral”, las mismas intervenciones, lecturas y significados de los consumos masculinos, invisibilizando de esta forma las diferencias y necesidades propias que ellas presentan. Según apuntan además estos autores, “en muchos casos las propias mujeres se sienten incómodas dentro de los sistemas de atención profesional, totalmente masculinizados, y terminan por abandonar el programa, al no identificarse con el mismo”.

Sabiendo que partimos de esta realidad y, coincidiendo con el cambio en la dirección del Piso Terapéutico Cosmos de FSC en Barcelona, hemos iniciado con mucha ilusión y fuerza el tránsito de paradigma. Encaminadas a construir juntas un recurso donde la intervención en las adicciones tenga unas gafas violetas más inclusivas y, por ende, más igualitarias.

Cuando le preguntamos a algún profesional si quiere incorporar una mirada de género a su campo de intervención, la respuesta siempre es afirmativa, ya que es algo que en los últimos años hemos ido asimilando socialmente como positivo. Pero, ¿qué significa trabajar con perspectiva de género en adicciones? Ello implica revisar nuestro saber, el hacer y, lo más difícil e imprescindible, el ser.

El saber implica una formación interna de equipo para que cada profesional incorpore los conocimientos necesarios en las particularidades de género. Esto incluye asistencia a formaciones, talleres, charlas y acceso a bibliografías específica sobre el tema.

Este cambio de perspectiva implica además identificar qué y cómo afecta a su consumo y a su ser el hecho de ser mujeres, en cuanto a categoría social y cultural que genera identidad y subjetividad, para así comprender cómo afecta esa construcción a los procesos de drogodependencias, en la línea que apuntan algunos autores.

Para modificar “el hacer”, tenemos que enfrentarnos a nuestras propias resistencias, revisando unas formas de actuación que veníamos repitiendo y construyendo desde hace más de una década y que marcaban el camino de los correcto y lo incorrecto, que nos generaban seguridad a la hora de actuar y que delimitaban nuestras intervenciones. Modificar “el hacer” requiere tiempo y paciencia y mucha valentía para reconocer lo que ya no nos funciona y para soltar aquellas certezas que nos impiden evolucionar.

En esta misma dirección de replantearnos nuestro trabajo, hemos iniciado en el Piso Terapéutico Cosmos una supervisión mensual, acompañadas por una profesional feminista formada en la intervención en adicción y género. También, hemos comenzado a recoger las opiniones y valoraciones de las personas a las que acompañamos en este proceso terapéutico, teniéndolas en cuenta como herramienta fundamental e ineludible para poder ayudarnos a reflexionar y reflejar todo aquello que no estamos viendo desde nuestra habitual visión.

Por nuestra parte, utilizamos cada reunión de equipo para valorar mejor las diferentes decisiones que vamos tomando, ligadas a una mirada centrada en la persona que amplíe el campo de visión. Tenemos claro que el crecimiento es un proceso lento y largo, y que los cambios se irán modificando a medida que nosotras mismas, como profesionales, podamos ir modificando nuestros propios puntos de vista y nuestra capacidad de “ver”.

Por último, cabe referirse a nuestra capacidad de “ser”. Es imprescindible que cada profesional revise su propia subjetividad, ya que esta visión directa e indirectamente incide sobre las personas con las que trabajamos. Los cambios personales son los que requieren más tiempo y los que más beneficios les aportan. Cada profesional debe realizar un trabajo individual de revisar desde dónde estamos mirando y qué concepciones tenemos, además de analizar quiénes somos las personas que vamos a acompañar a estas otras personas en este momento clave de sus vidas.

Por último, y no menos importante, en el Piso Terapéutico Cosmos hemos comenzado a poner en marcha un grupo específico de género para mujeres donde poder escuchar y amplificar sus voces, al mismo tiempo que intentar ofrecer un espacio de construcción de sororidad, de autoestima y de empoderamiento.