Desde este servicio de atención profesional de la Fundación Salud y Comunidad (FSC), cuyo objetivo es la deshabituación, tratamiento y reinserción de personas con dependencia del alcohol, cocaína y/o que presentan otros patrones de consumo, nos quisimos sumar a la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, celebrado el pasado 25 de noviembre.

Con motivo de esta celebración, se realizaron diversas actividades, con la finalidad de seguir concienciando sobre esta problemática social y a la vez, para dar a conocer aquellas conductas y actitudes más invisibilizadas que fomentan la producción de la violencia machista.

Por un lado, nuestras usuarias trabajaron en el grupo de género el iceberg de la violencia contra la mujer. De manera que, a través de sus propias experiencias, pudieron ir dando visibilidad a aquellas formas más sutiles que son las que a menudo pasan más desapercibidas y que no se acostumbran a concebir como violencia de género, los denominados micromachismos que perpetúan las desigualdades de género.

Por otro lado, en el grupo de género de hombres se trabajaron los micromachismos con la finalidad de que tomaran conciencia sobre aquellas conductas y actitudes muy normalizadas en nuestra cotidianidad y que sirven para reproducir y mantener el estatus quo de la dominación masculina. Hay que destacar que la mayoría de los hombres pudo reconocer que alguna vez, con mayor o menor frecuencia, había realizado estos comportamientos violentos. Sin embargo, también se evidenció la dificultad de algunos hombres de identificar y responsabilizarse de conductas machistas, minimizando o justificándose y no reconociendo unos privilegios que permiten la perpetuación de la violencia machista; hecho que evidencia la necesidad de continuar trabajando en este ámbito.

Con la intención de dar continuidad a esta labor iniciada en los grupos de género, visionamos un documental sobre el proceso de construcción de una relación violenta. En el debate posterior, las mujeres que están haciendo su proceso de recuperación en esta comunidad terapéutica de FSC, pudieron explicar sus propias experiencias y expusieron lo que había significado para ellas haber vivido estas relaciones de violencia. Todas estas historias de vida fueron acogidas con “sororidad” por parte de sus compañeras y con empatía y respeto por parte de sus compañeros. A la vez que permitieron que algunos de estos hombres tomaran conciencia y reconocieran la violencia que habían ejercido sobre sus parejas.

Además, con la finalidad de llevar estos conocimientos a una parte más vivencial, a través de la dinámica de teatro social, se pudieron trabajar los mandatos de género y las conductas machistas que van asociadas a esta forma de ser y hacer que se nos atribuye a las mujeres y hombres.

En definitiva, realizamos diversas actividades que nos han permitido poner el acento sobre estas formas sutiles que sostienen y reproducen las violencias contra las mujeres y que refuerzan el trabajo que realizamos a lo largo del año en nuestra comunidad.