En victimología se habla de “la victimización secundaria” como aquella que producen las instituciones (judiciales, policiales, administrativas, institucionales…) a la hora de tratar a la víctima de un delito, produciendo una doble victimización, porque alguien que ya ha sido víctima (“victimización primaria”) vuelve a ser maltratada por el sistema, lo que cotidianamente los medios de comunicación denominan “doble víctima”.

En relación con “la Manada”, ¿podemos hablar de victimización secundaria? Este término, en este caso, se queda corto. ¿Podemos hablar de revictimización? también, pero sigue quedándose corto. No hay un término que pueda representar los hechos de este caso, el dolor de la víctima ni el escarnio que se ha hecho de ella. Cuando algo golpea el statu quo, éste se revuelve; está claro. El patriarcado más oscuro se ha visto atacado, sus privilegios se han visto expuestos y su respuesta es ser más patriarcal que nunca.

Algo debe ir muy mal para que el sistema judicial destroce a una persona que ha padecido un delito tan atroz sobre su persona y el poder judicial no sea capaz de hacer autocrítica, porque hasta el momento solo se han pronunciado colectivos de jueces y juezas, colectivos de letrados y letradas, pero aún se espera una reacción del Consejo General del Poder Judicial, más allá del mero pronunciamiento de que se respete la independencia judicial.

Evidentemente, en este caso ha habido una victimización secundaria por parte del sistema judicial, y no solo por el famoso fallo discrepante, sino por la propia sentencia. Para mí, como abogada penalista, no hay duda, hubo violación. Y la hubo porque, según los hechos probados de la propia sentencia, se produjeron situaciones completamente compatibles con lo que entiende nuestro Tribunal Supremo como intimidación (cinco hombres acorralando a una mujer en un portal sin escapada); y con violencia, la estiraron contra su voluntad dentro del portal (en la sentencia habla de que la introdujeron) y “se la fueron turnando”, mientras ella no podía responder, bajándole la cabeza para vencer su voluntad, obligándola a hacer felaciones a todos los agresores.

Los hechos probados, tal y como recoge la propia sentencia, constituirían un delito de agresión sexual de los arts. 178 y 179 Código Penal (CP) y que, además, se debería aplicar en el tipo agravado del art. 180.1 1 y 2 del CP, sin duda alguna. El tipo agravado tendría lugar primero porque intervinieron más de dos agresores, y segundo, porque el trato vejatorio y humillante que tuvieron con la víctima, aparte de ser aberrante, hace que sea un delito más penado.

Para quienes dudan, cabe decir que el hecho de que “se fueran turnando” a una mujer en estado de shock, tratándose de cinco hombres contra ella, más corpulentos, y que le doblaban la edad, intimida a cualquiera, y el Tribunal Supremo habla de “intimidación a cualquier persona media”. Al trato vejatorio, para los que no lo ven, y solo ven una “escena de porno consentido”, he de decir que irse turnando a la fuerza, de “tirón en tirón” mientras la penetraban por todos sus orificios a la vez que se reían de ella, y la grababan mientras le referían comentarios, es un trato degradante y especialmente vejatorio. Esto no es “porno”, es agresión, y el porno para los que no lo sepan, es ficción violenta que la mayoría de las mujeres no compartimos.

Sentencias como éstas, en las que se produce un juicio de valor sin perspectiva de género y sin tener eminentemente conocimientos psicológicos sobre el estado de la víctima, lo que hacen es perpetrar la cultura de la violación, tan arraigada desgraciadamente en nuestro país, donde se denuncia una agresión sexual cada 8 horas.

Al ensañamiento judicial contra la víctima y a lo que ha vivido esta chica, que jamás volverá a ser la misma, se une que determinados foros publiquen sus datos personales, DNI, fotos, domicilio…. para continuar con su escarnio, el escarnio del patriarcado, y constituyendo un delito de descubrimiento y revelación de secretos que espero tenga sus consecuencias penales. Esto es revictimización. Me pregunto: ¿dónde está el límite?  Porque si algunos y algunas lo tenemos muy claro pero los que deben juzgar las normas no lo tienen… ¿quién vigila al vigilante?

Para quien dice que nuestro Código Penal no tiene herramientas para castigar este delito como las feministas pedimos, he de decir que eso no es cierto, para mí es una VIOLACIÓN en mayúsculas, con nuestro Código Penal en mano, tal y como he dicho y tal como recoge nuestra legislación. El problema es que los magistrados y jueces hacen la libre valoración de la prueba y lo hacen en base a su concepción personal y está claro que en la judicatura, como en la abogacía, falta mucha perspectiva de género para juzgar los hechos, y mucha formación en psicología.

Sin embargo, aprovechando la coyuntura, sí que aprovecharía para modificar el Código Penal, modificaría la concepción obsoleta del consentimiento, solo un sí es sí, deberíamos hablar de voluntad explícita a la hora de mantener una relación y no de “Noes”, porque a veces no se puede dar un No, la víctima puede estar inconsciente, en estado de shock... Y no puede otorgar consentimiento, por eso solo sí debería significar sí, lo demás debería ser violación, y con un concepto debidamente delimitado construir los nuevos delitos contra la libertad sexual, y no al revés. También incluiría un tipo agravado por el estado de consumo/intoxicación de la víctima que la imposibilita para dar su consentimiento expreso. Lo que desde luego debería hacerse, es que la comisión encargada para efectuar dicha modificación, fuera como mínimo paritaria, y no como se pensó inicialmente constituirla (20 hombres, 0 mujeres).

A título personal, con esta sentencia, me he sentido más indefensa si cabe, digo si cabe porque las mujeres estamos educadas desde el miedo, y esta sentencia me ha recordado aquellas historias que nos contaban las abuelas, cuando en tiempos de Franco cogían el autobús, y sus madres les decían “hija, llévate un alfiler y si algún hombre te manosea, tú le pinchas”. Muchos años después, en mi infancia, e incluso ahora, el mensaje se perpetúa; se nos sigue diciendo que las calles no son nuestras, que debemos protegernos. “Ojo con lo que llevas puesto, ojo con lo que bebes, ojo con quien vas” porque la culpa siempre es de la mujer. Es triste, pero el mensaje no es “tú hombre no violes, no mates, no abuses… ¡contrólate!”. Y sí “ojo si denuncias, cuidado… Sé ejemplar, pero ejemplar de la forma que el patriarcado lo concibe”.

Pero quiero creer que algo ha cambiado, estamos hartas de estar hartas, hartas de ser el objetivo, hartas de ser un blanco diario y nos hemos unido en esta hartura, y hoy más que nunca somos hermanas, y no enemigas, como le gustaría al patriarcado.

Creo que en estos tiempos estamos en el punto que define perfectamente una cita que circula por las redes: “perdimos tanto que perdimos hasta el miedo”. Unidas y unidos los y las feministas debemos deconstruir, para volver a construir una sociedad igualitaria, insistir en la formación en perspectiva de género, en todos los ámbitos, en educación, en sanidad, en la judicatura, en el ámbito policial… Solo rompiendo estereotipos, moldes y brechas de cristal, solo si nos formamos aprenderemos y evolucionaremos, lo demás se llama involución.

Todo nuestro apoyo a la chica víctima de la manada y a todas las mujeres, niñas y jóvenes que se encuentran o se han encontrado en situaciones similares.

Celia Ruiz Espejo.
Abogada especializada en violencias machistas y profesional de la Fundación Salud y Comunidad