El Servicio de Intervención Especializada (SIE) con víctimas de violencia machista en Tarragona del Departamento de Bienestar Social y Familia de la Generalitat de Cataluña, ha incorporado el trabajo corporal grupal como herramienta para el “empoderamiento” de las mujeres atendidas. Este servicio está gestionado por la Fundación Salud y Comunidad (FSC).

Las huellas que puede dejar la violencia machista en la mente y el cuerpo de una mujer son múltiples y variadas. La recuperación de las secuelas de la violencia es lenta y a largo plazo, pero en todos los casos el objetivo es la reconstrucción de su vida personal y social en libertad, independencia y calidad (Roca y Masip).

La violencia se ejerce contra las mujeres, contra su mente, pero también se daña y controla su cuerpo. La autoestima de la mujer con respecto a sí misma y a su cuerpo se ve altamente afectada, generando en ella una autoevaluación e imagen corporal negativa, muchas veces distorsionada, una sensación de inseguridad y de incapacidad que la lleva a sentimientos de fracaso y culpabilidad.

“Empoderar” a las mujeres que sufren o han sufrido violencia machista es un aspecto a trabajar desde el SIE. En este sentido, impulsar la autoestima de las mujeres significa, tal y como expresa Marcela Lagarde, ofrecer herramientas para que “cada mujer sea la primera satisfactora de sus necesidades y defensora de sus intereses, y la principal promotora de su sentido de la vida, de su desarrollo y enriquecimiento vital, de sus libertades y de su placer. Se trata de ir siendo, aquí y ahora, las mujeres que queremos ser«. Así pues, hablaríamos de un proceso donde las mujeres se autorizan, se preparan y se habilitan para ser.

La imagen corporal juega un papel importante en estos casos. Esta imagen ha sido degradada y abusada por el agresor y, si tenemos en cuenta que esta se podría entender como una representación mental que incluye sensaciones, memorias, actitudes y valores y que todos ellos han sido influenciados por la violencia vivida, entenderemos que el rechazo al propio cuerpo, no escuchar sus propias necesidades, su agarrotamiento debido al estrés sufrido, las somatizaciones por la violencia vivida … hace necesario un trabajo para recuperar la sintonía entre la mente y el cuerpo.

Las emociones positivas o negativas se expresan y se canalizan a través del cuerpo. Las mujeres que sufren violencia machista tienden a ocultar emociones para evitar agresiones de sus parejas y, en muchas ocasiones, no se permiten vivir o no saben cómo hacerlo para vivir emociones positivas que las ayuden a recuperarse del daño sufrido. La música y el baile son instrumentos facilitadores y liberadores de las emociones, mejorando el estado anímico.

Con el fin de intervenir en el “empoderamiento” de las mujeres usuarias del SIE, durante el último trimestre de 2016 se realizaron, a modo de prueba, tres sesiones con frecuencia semanal de trabajo corporal grupal, en las que a través de la música se fomentaba el reconocimiento, la aceptación y canalización de las emociones. Mediante el baile, se estimulaba el contacto entre la mente y el cuerpo, así como el trabajo relacionado con la vergüenza, con las relaciones sociales, creando nuevas memorias, valores, sensaciones y actitudes para mejorar la imagen corporal de estas mujeres. Estas sesiones incidieron positivamente en su autoestima, facilitando su “empoderamiento”.

Debido a la buena aceptación de la intervención y demanda, durante el 2017 incluiremos esta actividad en la intervención grupal psicoeducativa que se lleva a cabo anualmente en el centro.