La violencia intragénero es aquella que se produce entre parejas del mismo sexo, aunque podríamos entrar en un debate terminológico al respecto, ya que hay carencia de definiciones y términos claros.

La violencia intragénero, violencia invisible

Cuando este tipo de violencia se da entre parejas del mismo sexo, nos encontramos con un vacío institucional, ya que no son muchos los servicios que atienden esta demanda. En el caso de la Fundación Salud y Comunidad (FSC), cabe señalar que contamos con un servicio de atención a la diversidad sexual y de género en el que atendemos la violencia intragénero y problemáticas derivadas.

Respecto a las investigaciones, también nos encontramos con pocos datos y que falta desarrollo y validación de técnicas y medidas de evaluación. Estos estudios se refieren a una prevalencia de la violencia intragénero del 10-40%, dependiendo del tipo de estudio y de violencia en la que se pone el foco.

En España, el colectivo LGTB+ de Madrid (COGAM) y la Universidad Complutense de Madrid, han realizado recientemente un estudio en el que un 30% de los participantes reconoce haber ejercido violencia sobre su pareja, el 60% conoce a alguna persona que ha vivido en una relación de violencia intragénero y un 82% manifiesta haber sufrido LGTB+fobia (Flick, 2017; Sen, 2017).

Otro dato de interés lo aporta la Tesis Doctoral de Antonio Ortega (2014), dado que es el único estudio en España que cuenta con una muestra significativa compuesta por 3.172 hombres, de los cuales 1.475 eran residentes en España y el resto en Argentina. Según esta investigación, el 70% de la muestra residente en España había sido víctima de violencia psicológica, el 26.78% había sufrido violencia física y el 43.2% violencia sexual.

Por otra parte, la violencia intragénero es una problemática real, pero insuficientemente visible.  La violencia entre relaciones heterosexuales y del mismo sexo tiene muchas similitudes, incluyendo los tipos de abuso y el impacto en la persona superviviente al maltrato de la pareja; sin embargo, hay un número de aspectos diferenciadores de la violencia entre parejas del mismo sexo:

  • Un elemento único y distintivo de este fenómeno en las parejas del mismo sexo es el hecho de tener que afrontar las actitudes negativas existentes aún hacia las minorías sexuales en muchas sociedades (Pew Research Center, 2013). Ello puede impactar en la dinámica de la pareja, generando otro tipo específico de conflictos.
  • La potencial discriminación podría hacer que, por ejemplo, la revelación de la orientación sexual a otros cercanos sea un evento complejo y problemático, ya que la pareja podría no estar de acuerdo sobre este tema. Revelar la orientación sexual de la pareja a otros o la amenaza de hacerlo, podría ser una forma común de abuso distintivo en las parejas del mismo sexo (Johnson & Ferraro, 2000), así como llevar a cabo agresiones verbales contra la autoestima de la pareja o su orientación, identidad y/o expresión de género (Distefano, 2009).
  • ‘Outing’ o forzar la «salida del armario» como método de control: si la persona no es abiertamente homosexual o bisexual para su familia, amigos/as, compañeros/as de trabajo y/o comunidad, la pareja puede usar esa “salida del armario” o la amenaza de hacerlo como método de control y chantaje.
  • El abuso está asociado con la sexualidad: para muchas personas, especialmente aquellas que son nuevas en una relación lésbica o gay, su orientación afectivo-sexual está asociada con este maltrato, por lo que culpan a su orientación sexual. Pueden pensar o sentir: «Estoy viviendo este maltrato porque soy lesbiana / gay. Si no lo fuera no estaría sufriendo así“.
  • Dificultad para detectar quién es el/la perpetrador/a y quién es la víctima: cuando acuden a los servicios sociales o de salud, es más complicado detectar el funcionamiento real de la pareja, paradójicamente quién suele culpabilizarse acostumbra a ser la víctima.
  • Este tipo de violencia no se entiende bien dentro de la comunidad LGBT: no hay mucha información al respecto dentro de las propias comunidades LGBT, y menos aún en toda población. La mayoría de la información y estudios hablan de las relaciones heterosexuales. Esta falta de conocimiento comporta que mucha gente: a) crea que no existe entre parejas del mismo sexo; b) no la reconozca si le pasa; o c) no sepa cómo responder, si la detecta en su propia relación o en otras relaciones cercanas, en amistades o familia.
  • Confidencialidad y aislamiento en la comunidad LGBT: el relativo pequeño tamaño de la comunidad, especialmente en ciudades pequeñas y áreas rurales, dificulta que las personas que están recibiendo esta violencia busquen ayuda. Pueden sentirse avergonzados/as sobre el abuso porque la pareja puede haber intentado poner a todo el mundo de la comunidad en su contra. La pareja que ejerce el abuso puede aislar a la otra persona (algo típico en los procesos de violencia) evitando que atienda a eventos, lea prensa de la comunidad o se relacione con otras amistades y miembros de la comunidad. Esto le suele pasar sobre todo a personas que tienen su primera relación con alguien del mismo sexo y que no habían tenido contacto con la comunidad, previamente a la relación.
  • Los servicios pueden no estar bien desarrollados: a pesar de que mujeres lesbianas pueden acceder a los servicios generales de atención a la violencia de g, estos servicios puede que tengan poca o ninguna experiencia en trabajar con violencia entre parejas del mismo sexo, y por tanto, no ofrecen un servicio apropiado. En hombres gais los dispositivos de detección de abuso suelen situarse en los propios centros LGBT, aunque aún queda un largo recorrido para desarrollar programas específicos al respecto.

La violencia intragénero nos hace repensar terminológicamente cómo nos referimos a esta violencia, qué dilemas nos representa y cómo puede englobarse o romper ciertos marcos conceptuales, porqué ha habido un pacto de silencio al respecto, etc. Durante mucho tiempo, la propia comunidad LGBT no ha querido poner el foco de atención en ello para no desviarse de la consecución de derechos. Además, debemos enmarcarla dentro de los ejes interseccionales de la heteronormatividad/homofobia y las construcciones de género que hacen que a veces exista un “doble armario”: por orientación afectivo-sexual (violencia estructural) y por estar recibiendo violencia (violencia interpersonal).

Para concluir, cabe señalar que es una problemática real, con similitudes pero también con particularidades a tener en cuenta para mejorar los procesos de detección, intervención y formación a los/las profesionales.

Paula Alcaide
Responsable de Diversidad Sexual y de Género de la Fundación Salud y Comunidad