Ese lunes 10 de enero para muchos amaneció gris. Bowie ha muerto. Y la tristeza se vistió de homenaje y la red virtual se llenó de tweets, de fotos en Instagram, de mensajes en Facebook, de música en Spotify… Y de flores en Heddon Street. Había muerto un genio, un artista. Y para muchos de nosotros/as se agolparon escenas, vivencias, sentimientos… Porque esa relación con el arte, como no podía ser de otro modo, había devenido particular, única, íntima.

Y en el Centro de Día de Adicciones de FSC en L´Hospitalet de Llobregat (Barcelona) lo sentimos así. Bowie fue en un tiempo un símbolo también del consumo de drogas, del “glam rock”, de Studio 54… pero había sido después muchísimas cosas más. Sentíamos que debíamos rendir homenaje a Bowie, a todos los Bowie que fue. Queríamos además ver de qué modo cada una de las personas que participan en el programa había construido parte de su identidad con él, cómo les había influido, hasta dónde les había inspirado. Pero queríamos sobre todo recoger cómo la esencia de su obra nos podía servir para abordar el cambio.

Y vimos que nos sirvieron muchísimas cosas. David Bowie fue, era y es un genio de la reinvención, alguien capaz de transformarse esencialmente, no solo desde la imagen. Más allá de su estética, transgresora a veces, elegante siempre, el Duque llevaba sus metamorfosis a su persona y a su música. Y nos hablaba de poesía, de Major Tom, de Ziggy Stardust, de esa soledad que se puede sentir en este inmenso universo, pero también de esa interconexión que a todos alcanza.

En su constante búsqueda de nuevos sonidos, estilos, escenarios y, por encima de todo, personajes, Bowie demostró ser mucho más que camaleónico. Haciendo una apuesta siempre por lo desconocido, arriesgó y supo ver más allá de la tendencia vigente. Bowie es un ejemplo de determinación, una mezcla entre pasión y talento que indudablemente fascina a todo aquel que se ha podido contagiar de su magia.

Ello explica cómo a día de hoy, en una sociedad en permanente cambio donde la frontera entre lo nuevo y lo viejo es volátil y difusa, Bowie siga deslumbrando a generaciones tan diversas.

De su carrera artística nos llevamos muchos y variados aprendizajes, entre ellos que las personas, al igual que los grupos humanos, estamos en constante evolución, que el cambio forma parte del transitar por la vida y este solo es posible asumiendo cierto margen de riesgo.

Bowie nos enseñó que los errores son una oportunidad de aprendizaje si no los tememos. Nos invitó a cuestionar lo establecido y supo encarnar lo que Judith Butler llamó “la performatividad del género”, la deconstrucción de un rol que permite que emerja lo nuevo.

Lo que Bowie representa no nos deja indiferentes. Y menos aún cuando la tarea que nos ocupa en el Centro de Día es la de aproximarnos a esa identidad construida para, atravesándola, ser capaces de reinventarla en una tarea que, lejos de ser estrictamente individual, es también colectiva.


Elena Guerrero, educadora del Centro de día de Adicciones.
Sonia Fuertes, subdirectora del Área de Inserción Social, Reducción de Daños en Drogodependencias y VIH de FSC.