Las mujeres son mayoría entre los voluntarios de las entidades sociales. Los expertos lo atribuyen al papel tradicional de cuidadoras.

Ellas son más solidarias
Una voluntaria de Arrels Fundació ordena zapatos para donar. ELISENDA PONS

Cuando las cosas van mal, las personas se unen para arrimar el hombro. En los últimos años el número de voluntarios de las entidades sociales ha ido aumentando al mismo ritmo que la importancia de su labor. Los hay jóvenes, mayores y de mediana edad, algunos esporádicos y otros constantes, y en un buen número de las principales entidades barcelonesas entre un 50% y el 75% comparten un rasgo: son mujeres. De hecho, el perfil que caracteriza al sector del asociacionismo y el voluntariado, según una encuesta de xarxanet.org, es el de una mujer de entre 20 y 40 años.

«Tiene que ver mucho con el papel social de la mujer, siempre asociada al rol de cuidadora que vive por los demás. En la mente de las mujeres pesa un largo recorrido histórico de patriarcado reforzado por las instituciones. Y son capaces de renunciar a una parte de su tiempo para cederla a los demás, a la sociedad. En cambio, el hombre está educado como aportador de recursos», explica la socióloga Rosa Maria Garriga.

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En esto coincide Paola Contreras, responsable del departamento de voluntariado de Arrels Fundación, una entidad que dedica sus esfuerzos a la atención y reinserción de personas sin hogar. «Para las mujeres culturalmente los demás van antes que lo individual, y por ello tienen más sensibilidad social. Cuando se quedan en paro, a los hombres lo primero que les viene a la cabeza no es ayudar; en cambio, a las mujeres sí, se apuntan rápidamente. Además, ellas pueden hacer más cosas a la vez sin que les desborden y eso ayuda», dice.

Los bancos de tiempo están entre las entidades que cuentan con más mujeres: son el 70% de los participantes. La coordinadora en España, Josefina Altés, lo atribuye a que «la mujer es más dada a proyectos de ayuda, sobre todo porque hasta hace cuatro días, todas las labores del hogar y de cuidado eran exclusivamente suyas, y todos esos años aún pesan». «En generaciones más jóvenes los chicos se empiezan a implicar, ahí se nota un cambio», añade. Pero lo cierto es que, hoy por hoy, este plus solidario de las mujeres «es fundamental para sostener a las entidades que ayudan a esta sociedad a resistir en estos momentos de crisis», concluye Altés.

IMPLICACIÓN DIFERENTE

Así, la encuesta de la Generalitat sobre participación y política en Cataluña del 2011 muestra que las mujeres están más presentes en asociaciones relacionadas con el ámbito privado, que trabajan para el cuidado y el servicio a los demás. Como ejemplo, el 52,2% lo hace en la Cruz Roja, el 52,2%.

La relación de los hombres con el asociacionismo, en cambio, se basa en la implicación en las entidades de la esfera pública, como sindicatos, partidos políticos y organizaciones empresariales o estudiantiles. En este ámbito, de todos los encuestados un 41,4% de los hombres habían participado activamente, frente a un 31,3% de las mujeres.

«Los hombres buscan prestigio social y en cambio la mayoría de las mujeres no. Por eso el tipo de asociaciones y entidades a las que acuden para trabajar de forma voluntaria son diferentes», sostiene la socióloga Garriga.

La interiorización del papel de cuidadoras, por un lado, y la lucha por la igualdad, por el otro, llevan a muchas mujeres a una contradicción con ellas mismas, explica Garriga. «Esto afecta a las carreras profesionales femeninas, es perjudicial», añade. «Cada mujer debe escoger su opción, pero solo hace falta recordar cómo la sociedad linchó a la ministra francesa Rachida Dati o a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, por ponerse a trabajar poco después de dar a luz. ¿Esos niños no tienen padres que los cuiden?», se pregunta la socióloga.

Fuente: El Periódico de Catalunya