Tradicionalmente, en los centros de acogimiento residencial para menores, se ha trabajado mayoritariamente desde un modelo cognitivo-conductual, entendido como una progresión natural y un complemento al enfoque conductual que se maneja principalmente en la intervención educativa, a través de las diferentes estrategias de modificación de la conducta. Actualmente, dentro de las técnicas que pueden emplearse, también están obteniendo buenos resultados las “terapias de 3ª generación” que aportan nuevas soluciones y que resultan sencillas de adaptar a la intervención en el contexto residencial de menores.

En esta ocasión, nuestro compañero Daniel Urbina, director del Centro de Acogida de Menores (CAM) de Ateca, en Zaragoza, dirigido y gestionado por la Fundación Salud y Comunidad (FSC), nos traslada una serie de ideas sobre uno de los modelos que mayor éxito está teniendo actualmente en el marco de las “terapias de 3ª generación”, siendo una terapia de primera elección en el caso de algunos trastornos psicopatológicos. Concretamente, nos referimos al modelo dialéctico-conductual, que se está utilizando en el servicio adaptándolo a la intervención residencial y que se está implementando a nivel general en los centros de menores que gestionamos.

El CAM de Ateca es un servicio dirigido a niños/as y adolescentes que presentan conductas disruptivas recurrentes que suponen un riesgo para sí mismos o para terceros y que muestren grandes déficits en cuanto a su adaptación social y/o familiar, poniendo en riesgo su desarrollo.

Por ello, el programa de intervención del centro, de carácter intensivo, multidisciplinar e integral, está enfocado hacia la modificación de conductas disruptivas, la regulación de emociones, el abordaje terapéutico de la historia previa disfuncional, la prevención del consumo de drogas y la búsqueda del aprendizaje de normas sociales que ayuden a la transición a la vida adulta.

Este recurso tiene conveniadas un total de 20 plazas con el Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS). Asimismo, mantiene acuerdos de colaboración con otras administraciones públicas, en concreto con la Diputación Foral de Vizcaya y la Diputación Foral de Guipúzcoa.

Volviendo al modelo dialéctico-conductual, cabe señalar que tiene grandes ventajas en cuanto a su validez, demostrada en innumerables ocasiones en la investigación, que avala su utilidad clínica en múltiples cuadros psicopatológicos y que ha dado como resultado un sinfín de programas de intervención basados en la evidencia que nos permiten hacer intervenciones eficientes y sistemáticas, como señalan algunos autores.

Teniendo en cuenta este panorama general, nos planteamos la siguiente pregunta: ¿para qué intervenimos con estos niños y niñas? El modelo cognitivo-conductual respondería a esta pregunta afirmando que para eliminar o reducir ciertos problemas y síntomas psicopatológicos, así como el malestar, la incapacidad y/o el sufrimiento asociados a los mismos. Así entendido, podemos simplificar este modelo entendiéndolo como una intervención encaminada a la eliminación del malestar.

En contraposición a este modelo, haciendo la vista atrás, en las últimas décadas están surgiendo nuevas aproximaciones, también de nuestro especial interés de cara a la intervención, que ponen su foco de atención más allá de la mera eliminación de síntomas, y se centran más en la promoción de la salud, teniendo en cuenta tanto el papel del comportamiento como de las variables psicológicas y psicosociales sobre el bienestar y la calidad de vida.

Estos nuevos modelos se agrupan bajo un movimiento que se denomina “tercera generación” o “tercera ola de psicología” que nace con el fin de superar las limitaciones de modelos anteriores. Cabe señalar que, entre las limitaciones más relevantes de las terapias cognitivo-conductuales destaca la evidencia experimental que apoya la idea de que precisamente esos intentos de control, reducción o eliminación del malestar, como objeto de intervención de estas terapias, producen en muchos de casos y paradójicamente, efectos contrarios o de rebote.

No obstante, esta nueva generación no debe entenderse como una ruptura o una negación de los modelos anteriores, reconociendo su evidente validez, sino más bien como una evolución lógica, o, dicho de otro modo, como “un movimiento que reformula y sintetiza los postulados de las generaciones anteriores, cuestionando estas tradiciones para lograr mejores resultados” (Hayes, 2004a).

Por tanto, entendemos esta “tercera generación” como una nueva forma de hacer terapia cognitivo-conductual, aportando una visión renovada a lo que ya existía previamente y poniendo énfasis en determinados aspectos marginales hasta la fecha, como pueden ser el concepto del yo, la intervención centrada en la persona, el vivir en el presente, la atención plena, la importancia del contexto o la consecución de objetivos.

En este sentido, cabe destacar que, aunque desde el CAM de Ateca se está trabajando para realizar una adaptación propia y específica al entorno residencial, actualmente para la puesta en práctica de este modelo, uno de los manuales que se emplean es el programa ATraPA (Acciones para el Tratamiento de la Personalidad en la Adolescencia), desarrollado con muy buenos resultados en este servicio en Zaragoza, ya sea a través de la intervención grupal como en la individual.

Se trata de un programa asistencial específico para el estudio y tratamiento de adolescentes con alta inestabilidad emocional y trastorno de la personalidad límite que nació en el año 2009, en el seno del equipo del servicio de psiquiatría del niño y el adolescente del Hospital General Universitario Gregorio Marañón (HGUGM) de Madrid.

ATraPa es el resultado de la adaptación de la terapia dialéctico-conductual, original de la Dra. Marsha Linehan y revisada para población adolescente norteamericana por el Dr. Alec Miller. Es interesante además porque, a lo largo del programa, se presentan tanto los fundamentos teóricos como el material utilizado (fichas, presentaciones, acrónimos, etc.) para el tratamiento ambulatorio intensivo de adolescentes con inestabilidad emocional grave, que nos van a servir como punto de partida para adaptar el modelo a la intervención residencial, a través de los diferentes materiales.

Las habilidades de conciencia, trabajadas a través de técnicas como el mindfulness, aportan un modelo de intervención centrado en la atención en el presente, aceptándolo y sin juzgarlo, entendiendo el pasado como una historia de aprendizaje, y atendiendo al futuro desde el compromiso a una serie de valores y metas personales, que en último término determinaran la conducta.

Además de esta técnica, aplicada actualmente en los talleres que se realizan en el servicio, también se le da una especial importancia a una serie de actividades diseñadas con el fin de reducir el malestar y minimizar la vulnerabilidad emocional. Ambos conceptos son transversales a actividades y talleres llevados a cabo en el centro, como pueden ser el ocio alternativo, el desarrollo creativo y el dibujo, las asambleas, el taller de deporte o el taller de prevención de consumo de drogas, por mencionar algunos ejemplos.

Asimismo, de la mano del mindfulness, en los últimos tiempos, ha surgido el concepto de la compasión que nos enseña a relacionarnos con las experiencias vitales difíciles de una manera amable, atenta y comprensiva, de forma que, como señalan algunos autores, se deje atrás la autocrítica y el “automaltrato”, trabajando sobre conceptos como la bondad, la empatía y la aceptación, que también están dando buenos resultados en la intervención que realizamos en los centros de menores gestionados por FSC.