Yécora es un municipio situado al sur de la provincia de Álava dentro de la comarca vitivinicultora de la Rioja Alavesa, en el límite con Navarra y muy cerca también de La Rioja. Situada sobre una colina rodeada de viñedos y cultivos de cereal, celebra sus fiestas más importantes en mayo por Santo Domingo, y en agosto.

En mayo, el pueblo baja en procesión a la ermita a buscar a la Virgen de Bercijana (del siglo XIV)  abriendo la marcha el grupo local de danzas, y a finales de agosto, durante las fiestas de Acción de Gracias, se vuelve a trasladar la imagen de la patrona de Yécora a la ermita. Al son de la gaita y durante el trayecto, se vuelve a bailar la danza autóctona interpretada por el grupo de danzas del pueblo que llena de color el recorrido.

La construcción del santuario, la elección del lugar y el nombre de la imagen están relacionados con la creencia de que la Virgen se le apareció un día en una colina a Berciján, un pastor de Yécora.

En Álava son numerosas las ermitas y un buen motivo para ahondar más en este territorio histórico, tal y como nos explica Bienvenida Ruiz de Infante, usuaria de la Residencia y Centro de Día de Yécora, gestionada en calidad de centro propio por FSC en consorcio con la Asociación Lagunduz.

Bienvenida, nacida en Yécora y devota de la Virgen de Bercijana, reside en el centro desde el mes de mayo. Su testimonio nos permite conocer el sentido religioso de las fiestas y su día grande en honor a la Virgen con su traslado a la ermita, donde permanecerá hasta la próxima primavera. También, cómo eran las fiestas antes, qué actividades se organizaban, y cómo han cambiado, más allá de ese fervor religioso que continúa vivo.

Las fechas de celebración nos dice que continúan siendo las mismas. Lo que sí que parece haber cambiado, según se desprende de sus palabras, es la programación de fiestas y la menor participación de los jóvenes en ellas.  La ilusión, la implicación y el disfrute de las fiestas parecen haberse perdido… “Los jóvenes no disfrutan como lo hacíamos nosotros, ahora no se hacen bailes. Antes bailábamos pasodobles, tangos, jotas… Las mujeres, como no pagábamos, no podíamos dar calabazas a ningún hombre que nos quería sacar a bailar, pero lo pasábamos muy bien. Las fiestas de Yécora ya no son lo que eran”.

Nos confiesa que a ella le encanta bailar, como a su marido que “perdía los pies bailando, hasta que murió estuvo bailando” y que siempre que se organizan bailes en la residencia participa, aunque como ingresó en mayo, aún no le ha dado tiempo a mucho todavía.

Bienvenida disfruta enormemente con las canciones de Manolo Escobar, Raphael, Julio Iglesias y si tiene que quedarse con un pasodoble, nos dice que sin duda lo hace con un clásico, el “Pasodoble Torero”.

Reconoce que los jóvenes han ganado en libertad de horarios con los años, “nosotros teníamos que estar a las diez en casa y cuando no había fiestas, a las nueve y media”, y que ahora “las fiestas han quedado deslucidas pues la juventud se va a otros pueblos, se van a las fiestas de alrededor, puede ser debido a la pérdida de actividades arraigadas y tradicionales en las fiestas de aquí como los bailes”.

Nos cuenta también que antes las cuadrillas se juntaban en los “txokos”, locales típicos del País Vasco, también conocidos con el nombre de sociedades, que pueden ser de tipo gastronómico, recreativos o deportivos. “Allí lo pasábamos genial jugando a las cartas,  comiendo churros y muchas cosas más, siempre se hacía algo especial por las fiestas. Esto también se ha perdido, ahora los jóvenes se juntan para comer pizza y cosas así”.

Eso sí, nos explica que la comida más popular de las fiestas sigue siendo el “rancho” o sartenada riojana (con patatas, carne, caracoles, pimientos, tomates, etc.) regadas con tinto de la Rioja Alavesa. “Menos mal que esto sí se ha mantenido, aún recuerdo a mi padre comiendo ranchos…es algo muy nuestro”.

Bienvenida dice sentirse muy feliz en la Residencia y Centro de Día de Yécora, a pesar de que los tiempos han cambiado y las fiestas ya no son lo que eran. Allí conoce a muchas personas del pueblo que residen también en el centro, con lo cual está rodeada de caras conocidas todo el día, y –muy importante también- está convencida de que allí va poder seguir disfrutando del baile como en los tiempos de antaño.