El servicio de acompañamiento para la vida autónoma (SAVA) de la Fundación Salud y Comunidad (FSC), es un proyecto basado en el acompañamiento educativo para personas de la provincia de Barcelona que tienen voluntad de seguir abstinentes (y trabajar las recaídas, si las hubiese) en su entorno cotidiano: su casa, barrio, u otros dispositivos públicos, con los que entran en contacto de forma habitual. Es el caso de centros cívicos o bibliotecas.  El servicio está destinado a personas que tienen conductas adictivas y que han estado o están en tratamiento, bien sea de forma residencial o ambulatoria. 

El equipo profesional que realiza los acompañamientos, establece una relación estrecha con la persona usuaria, ya que, de alguna forma, se integra en su cotidianidad al llevar a cabo los acompañamientos en los espacios que esta frecuenta. En este sentido, desde el servicio, se da soporte a las personas usuarias en situaciones habituales de su vida cotidiana.

Como bien es sabido, para algunas personas la Navidad es una época especialmente difícil, ya que implica duelos, soledad, conflictos familiares… y no es diferente para las personas que están en tratamiento de adicciones, aunque con algunas particularidades.

Testimonios como el de Manu, Susana, Ana y Ramón, usuarios/as de este servicio, así nos lo hacen ver, explicándonos cómo viven y que suponen estos acompañamientos. «He podido parar una recaída al explicarle a la educadora los pensamientos que estaba teniendo», afirma Manu.

Por su parte, Susana sostiene que «la Navidad es una época complicada para mí, me he sentido acompañada por el educador y he podido llevarlo un poco mejor” y Ana nos cuenta que «el educador siempre me ayuda en días difíciles, me recuerda que tengo que activar mis estrategias y no abandonarme».

Por último, Ramón mantiene que «aunque estas fechas navideñas siempre me han gustado, me va muy bien disponer de estos acompañamientos como recordatorio para no bajar la guardia».

Andrea Meana, coordinadora del servicio SAVA en la Fundación Salud y Comunidad, afirma que “no solamente se pueden encontrar en una situación en la que la soledad se haga más patente que durante el resto del año (al romper los lazos con antiguas amistades de consumo, este es un sentimiento compartido por muchas de las personas usuarias), también aumentan las situaciones de riesgo exponencialmente”.

Asimismo, asegura que “la Navidad es una época del año en la que el consumismo en general, bien sea comprando objetos, consumiendo alcohol o comprando lotería, pone a las personas con conductas adictivas en situaciones difíciles de gestionar. Los estímulos externos funcionan como un disparadero a nivel interno en forma de ganas de comprar, recuerdos de consumo, y/o pensamientos relacionados con su conducta o sustancia problemática”.

Por ello, en el SAVA se han planteado estrategias para mitigar los efectos que tienen estas fiestas, como por ejemplo el hecho de tener una mayor planificación de tiempo libre. “Hemos analizado en qué entorno iban a pasar estos días y con quién, trabajando con la persona, con el fin de disminuir los riesgos a los que se iba a exponer. Esto siempre variará en cada persona, y parte del trabajo de las personas profesionales del SAVA es conocer cuáles son las situaciones de riesgo de cada persona usuaria y hacérselo ver para que la persona pueda tomar la mejor decisión”, afirma Andrea Meana.

Un ejemplo muy claro de lo importante que es aumentar las barreras para prevenir situaciones de riesgo, sería en el caso de las personas con problemas con el juego, a las que se les recomienda no mirar el número de lotería premiado, e incluso evitar los puntos de venta que puedan ser un estímulo importante. “Recaer jugando lotería es relativamente más sencillo, ya que la percepción del riesgo muchas veces es menor que con una máquina tragaperras. Al realizar el tratamiento en su entorno cotidiano, no hay una normativa que indique que no pueden hacerlo (como cuando están en un piso de reinserción o en una comunidad terapéutica), y por ello, este es un trabajo de concienciación necesario para las personas con problemática de juego en su entorno cotidiano que se trabaja desde el SAVA de forma habitual”, mantiene la coordinadora del SAVA.

Por otra parte, manifiesta que “en el caso de las personas para las que es su primer año fuera de un tratamiento residencial o en las que haya riesgo de recaída, en ocasiones se emplea la estrategia de disminuir el riesgo que comporta el dinero. En algunos casos, se consensua dar la tarjeta de crédito a la persona referente del tratamiento (familiar, amigo/a) o disminuir el efectivo durante esos días”.

Las estrategias, aunque variadas, siempre están enfocadas a reducir el riesgo de una recaída, tanto durante las fechas navideñas como después de estas. En ocasiones, las recaídas no se dan en el momento de máxima tensión, sino “cuando la tormenta pasa, apareciendo la aparente calma y cometiéndose imprudencias. Por ello, en el SAVA no solamente acompañamos durante el proceso, también prestamos atención a los momentos posteriores que también pueden ser complicados de gestionar”, explica.

Por último, destacar que las personas profesionales del SAVA también acostumbran a cubrir necesidades afectivas de las personas que acompañan. “Tener una profesional de confianza a la que se pueden abrir, mostrar miedos y vulnerabilidades, alguien que aparece en su entorno habitual de forma constante, suele paliar parte de la sensación de soledad o vacío, que en especial, aparece al inicio de vivir de forma autónoma en abstinencia o en fechas tan señaladas como las navideñas”, afirma Andrea Meana.