El 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En esta fecha, se conmemora y recuerda a todas y cada una de las mujeres que han sufrido violencia por parte de sus parejas, exparejas o familiares.

Es innegable que el machismo existe. Las mujeres sufren a diario comentarios y situaciones que las humillan e invisibilizan, lo cual se acentúa cuando nos referimos a mujeres de edad avanzada. En este caso, se encuentran doblemente discriminadas; primero, por el hecho de ser mujeres y, en segundo lugar, por su edad. Es tarea de toda la sociedad revertir estas situaciones y luchar por una sociedad igualitaria, en la que no se discrimine a nadie ni por género ni por edad.

Cabe destacar también que la violencia machista en mujeres de avanzada edad queda invisibilizada en la categoría “+65”, no teniendo en cuenta la heterogeneidad que contiene. Habitualmente, estos casos tienen lugar en el entorno doméstico, siendo la persona cuidadora la que comete la agresión, como señala la Fundació Aroa (2021).

Tampoco se puede obviar que un alto porcentaje de mujeres mayores de 65 años han sido maltratadas a lo largo de su vida por sus actuales parejas, parejas a las que ahora deben cuidar, atendiendo a aspectos como la obediencia dentro del matrimonio o las estructuras sociales patriarcales.

La normalización de la violencia machista se justifica frecuentemente argumentando que es una generación muy estereotipada con unos roles de género muy diferenciados, con cuestiones culturales y generacionales indiscutibles, sin más opción que la resignación y la sumisión.

La Fundació Aroa afirma que el 80% de maltrato a personas de edad avanzada se realiza hacia las mujeres. Sin embargo, la violencia machista en mujeres jubiladas está muy infradetectada, pues solo se tienen en cuenta los datos públicos de denuncias. Cabe señalar que muchas mujeres criadas en la etapa franquista, no pudieron ser escolarizadas o no terminaron la educación básica, disponiendo de ingresos muy bajos y no llegando al mínimo cotizado para poder cobrar una pensión de jubilación (Cruz Roja Española, 2018). La discapacidad y la dependencia que genera en muchos casos envejecer es también un factor de riesgo, puesto que deja a la persona es una situación más vulnerable.

Existen diferentes formas de violencia machista. En el caso de las mujeres de edad avanzada, es menos probable que sufran violencia física y/o sexual. Por el contrario, hay más posibilidades de que sufran violencia económica, violencia psicológica o abandono.

La violencia económica tiene lugar cuando, normalmente, la persona cuidadora, utiliza los ingresos estables de la mujer para gastos propios. La violencia psicológica sucede en acciones como la infravaloración, la infantilización, las discriminaciones y el chantaje que pueden padecer las mujeres por parte de sus maridos, hijos u otros familiares. El abandono ocurre si existe la negligencia, falta de atención y de cuidado, ya sea en el espacio público o privado.

La violencia de género en mujeres mayores está invisibilizada por diferentes motivos. Entre ellos, la escasa detección de la violencia por parte de las propias mujeres, amistades o familiares. Este hecho provoca la sumisión de la mujer, que no llega a denunciar o, al hacerlo, en pocos casos es derivada a los servicios especializados, donde hay pocas políticas públicas específicas a estos casos.

A modo de conclusión, la violencia de género en mujeres mayores es difícil de ser detectada, pues vivimos en un sistema patriarcal con unos roles de género tradicionales. El hecho de que la mayoría de violencia sufrida no sea física dificulta también la detección de esta. Es de vital importancia también la formación de los/as profesionales en violencia de género en edades avanzadas, pues habitualmente los servicios especializados atienden a mujeres jóvenes adultas.

En este sentido, la concienciación, la visibilización, la formación y la sensibilización respeto a la violencia machista en mujeres de edad avanzada, es de vital importancia para poderlas atender correctamente y luchar por la erradicación de la violencia en nuestra sociedad.


Hèlia Salleras Padern
Trabajadora Social de la Residencia y Centro de Día “Els Arcs” de Figueras (Gerona), gestionada por la Fundación Salud y Comunidad, de titularidad de la Generalitat de Cataluña.