Distribución de papel de aluminio para reducir daños entre las personas consumidoras de drogas en prisión
Este artículo describe y evalúa una experiencia de reducción de daños implementada en el Centro Penitenciario Brians 1 (Cataluña, España), consistente en la distribución de kits de papel de aluminio sin plomo para fomentar el consumo de drogas por vía pulmonar frente a la vía parenteral. El programa, denominado «Fumando en plata», fue impulsado en el contexto de la pandemia de COVID-19 como respuesta a la creciente demanda de métodos de consumo menos riesgosos dentro del entorno penitenciario.
El consumo inhalado de drogas disminuye considerablemente el riesgo de sobredosis, infecciones de transmisión sanguínea (como VIH y hepatitis C) y otros daños asociados al consumo intravenoso. El estudio se basó en un enfoque cualitativo mediante entrevistas semiestructuradas a 18 personas privadas de libertad, usuarias del programa, de entre 23 y 55 años.
Los principales hallazgos incluyen:
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Acceso e información: Las personas internas conocieron el programa a través de profesionales de la prisión o de otros internos. Todos los participantes recibieron educación sanitaria y seguimiento sobre prácticas de consumo seguro.
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Prácticas de consumo: El papel de aluminio fue usado principalmente para fumar heroína, y también para fabricar pipas artesanales para consumir crack y hachís.
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Beneficios percibidos: La utilización del kit disminuyó los efectos adversos (tos, mal sabor, irritación) asociados al uso de materiales improvisados (como envoltorios de yogures o papel de tabaco). Además, se percibió una reducción de riesgos de infecciones y sobredosis, así como una disminución del estigma social asociado al consumo intravenoso.
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Propuestas de mejora: Las personas internas solicitaron la ampliación del programa a otras prisiones, así como la incorporación de pipas específicas para crack y papel de fumar para cannabis.
La discusión subraya que esta estrategia no solo facilita un consumo más seguro, sino que también contribuye a acercar a las personas consumidoras a servicios de salud, favoreciendo el contacto con programas de tratamiento y reducción de daños. Además, se plantea la necesidad de diversificar los materiales ofrecidos para adaptarse a las diferentes sustancias consumidas en prisión.
Finalmente, se reconoce que aunque la muestra estudiada fue limitada a un solo centro penitenciario, los resultados apoyan la viabilidad y la necesidad de extender estas intervenciones a otros contextos carcelarios.