Andrea Meana coordina el Servicio de Acompañamiento para la Vida Autónoma (SAVA) de la Fundación Salud y Comunidad (FSC) en Barcelona desde el pasado mes de septiembre. Se trata de un proyecto, subvencionado por el Departamento de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias de la Generalitat de Cataluña, dirigido a personas con conductas adictivas que están abstinentes y han realizado un tratamiento previo para la adicción o están en una fase final del mismo. El objetivo del servicio es dar soporte educativo a las personas que decidan continuar con el tratamiento, contando con un apoyo profesional, en ese momento de transición y consolidación de su autonomía.
– Andrea, coordinas este servicio desde hace poco tiempo, si bien en la Fundación Salud y Comunidad llevas ya cierto tiempo trabajando.
Así es, coordino el servicio SAVA desde septiembre de 2020. Anteriormente, trabajaba como educadora en este servicio, concretamente durante 2015 y 2016, y al mismo tiempo también como educadora en el Piso Terapéutico “Cosmos” y el Centro de Día de Reinserción «La Crisàlide», ambos servicios de FSC en Barcelona, dirigidos a personas con conductas adictivas.
Esta experiencia laboral me permitió ver la necesidad del Servicio de Acompañamiento para la Vida Autónoma por la conexión con el Piso Terapéutico “Cosmos”, dándole una continuación al trabajo de reinserción que se realiza en este servicio.
En este sentido, el proyecto surgió de la necesidad de seguir acompañando a personas con conductas adictivas, una vez finalizado el tratamiento más intensivo en la comunidad terapéutica o en el piso terapéutico.
– Debe ser un momento muy delicado de transición, en el que también es importante contar con ayuda profesional.
Sí, ya que estas personas pasan de una gran contención a una situación de total autonomía. Es por ello que se vio la necesidad de seguir acompañándolas, una vez finalizado su tratamiento.
Por otra parte, gracias a la subvención recibida por la Generalitat de Cataluña, pudimos ampliar el servicio a personas que, realizando un tratamiento continuado en un centro especializado de drogas (público o privado), y manteniendo la abstinencia, necesitaran este soporte educativo.
– ¿A qué perfil de personas se dirige el servicio?
El servicio está dirigido a personas que están abstinentes y que se encuentran en un momento de estabilidad psicológica, ya que es importante que los acompañamientos tengan la función de atender toda la parte educativa y no tanto la contención psicológica y emocional, que es más necesaria en momentos previos de tratamiento o en otros dispositivos más específicos para ello.
– ¿Cómo se realiza ese soporte educativo?
El acompañamiento lo podemos hacer en su casa, si lo prefiere o lo vemos necesario. Este acompañamiento se puede realizar en el domicilio de la persona, en el despacho del servicio habilitado para ello, o de forma telemática. Esto último ha sido una implantación reciente debido a la situación de confinamiento, pero también podría ser muy adecuado para personas que se hayan ido a vivir fuera de Barcelona o tengan dificultades en la movilidad, por ejemplo.
Por otra parte, el acompañamiento lo realizamos con una periodicidad semanal o quincenal. La periodicidad de los acompañamientos se consensúa entre el/la educadora y la persona. Dependiendo del momento en el que se encuentre, puede necesitar acompañamientos de forma más o menos intensiva.
Lo habitual es una vez a la semana o quincenal al principio y con el tiempo, se va espaciando, pero cada persona tiene necesidades únicas, así que depende del caso.
– Entiendo que en este momento es muy importante la comunicación con la persona usuaria, para sentar estas bases.
Sí, quedamos con la persona a la que vamos a realizar este acompañamiento y pactamos cuándo y dónde nos vamos a ver y para qué, teniendo en cuenta los objetivos que se marca.
Entre los objetivos a trabajar, se encuentran la mejora de la planificación de su tiempo libre; la búsqueda de actividades de ocio que le beneficien; la mejora de sus hábitos de salud; ofrecerle un soporte a su gestión económica; establecer las barreras a mantener para no recaer, etc.
– ¿Podríamos decir que el acompañamiento educativo individual es la característica diferenciadora de este servicio?
Sí, lo que diferencia a este servicio y lo hace novedoso, es el acompañamiento educativo individual, mientras que el seguimiento terapéutico y psicológico lo sigue haciendo su psicólogo/a de referencia.
En nuestro caso, los educadores/as del SAVA damos soporte a todas aquellas dificultades que surgen en el día a día y que es necesario trabajar para poder mantener la abstinencia, y así seguir elaborando proyectos futuros saludables que generen bienestar y evitar determinadas situaciones que puedan ser un riesgo.
– ¿Cuántas personas integráis el equipo del proyecto y de qué perfiles profesionales?
En la actualidad, lo integramos tres personas: 2 educadores/as que también trabajan en los pisos terapéuticos de FSC y yo.
En mi caso, hago una doble función (como coordinadora y educadora) y también cabe destacar la tarea realizada por Gemma Maudes, subdirectora del área, que impulsó este proyecto en sus inicios y sigue estando muy presente y supervisando la ampliación del servicio.
– En tu caso, teniendo en cuenta esa doble función que realizas, ¿qué es lo que más te gusta de la labor que realizas?
Lo que más me gusta de este trabajo es la posibilidad de trabajar con las personas, de forma muy cercana y dando un soporte muy próximo. El hecho de que el equipo profesional vaya a sus casas y los/las acompañemos físicamente a las gestiones que tengan que realizar, facilita muchísimo ese tipo de vínculo.
– El género siguen siendo uno de los grandes retos en el tratamiento de las adicciones. ¿De qué forma aplicáis la perspectiva de género en la intervención que realizáis desde el servicio?
La perspectiva de género aplicada en los tratamientos tiene que ver, entre otras cosas, con el respeto por el ritmo de la persona a quien estás atendiendo, comprendiendo la variabilidad de sus características personales sin imponer las tuyas propias que como profesional también te has construido.
Esto es así en el SAVA, dado que la metodología de trabajo se basa en llegar a acuerdos con la persona usuaria, detectar las características de su tratamiento, etc. Lo que necesita en ese momento (cuál es su demanda) y atender profesionalmente estas necesidades.
Esta manera de llevar a cabo los acompañamientos, permite que las personas participen activamente de su proceso de recuperación, pues forman parte activa y no pasiva. En este sentido, no acatan unas normas externas, sino que construyen junto con el/la profesional su propio recorrido.
– ¿Cómo participan las personas de su proceso de recuperación?
De distintas formas. Ejemplos de ello son: se consensúan los objetivos y la revisión de los mismos, la periodicidad de los acompañamientos, el lugar de atención y la duración del proceso.
La aplicación de criterios flexibles permite que la persona usuaria pueda encontrarse en un momento de dificultad y, aun así, sentir el soporte y vínculo con la persona que le está haciendo el seguimiento, sin que ello implique necesariamente salir del recurso, por no encajar con un protocolo más cerrado.
Siempre será necesario establecer una serie de límites claros que permitan frenar determinadas situaciones que a la persona usuaria no le van bien. En el caso de este servicio, si nos encontramos con una persona que ha recaído y que no quiere cambiar nada para frenar las recaídas, este sería el momento de finalizar su proceso en el SAVA.
Sin embargo, la flexibilidad del servicio permite seguir con los acompañamientos en el caso de una recaída, si la persona se compromete con una serie de medidas pactadas con el equipo profesional para frenar dicha recaída.
– ¿Qué balance haces de la labor que venís realizando hasta el momento en el SAVA?
Un proyecto como este es muy necesario para las personas que finalizan tratamientos intensivos. La sensación de vértigo que tienen muchas personas a las que se les va a dar el alta, queda socorrida al saber que van a seguir en contacto con un servicio que les acompañará en su día a día.
El miedo al alta y a la autonomía es una realidad, y puede representar una situación de riesgo de recaída. Es por ello que ofrecerles la posibilidad de que inicien un seguimiento de este tipo, puede hacer mucho bien a las personas usuarias que participan.
– Para finalizar, ¿qué retos os habéis marcado a medio plazo en el servicio?
El reto principal sería seguir consolidando el proyecto del SAVA, junto con otras entidades que también ofrecen este servicio. Al ser un proyecto que tiene pocos años, estamos trabajando para construir un servicio con criterios compartidos por los distintos profesionales que pertenecemos al circuito de adicciones.
Nuestra finalidad es poder ofrecer este servicio al máximo de personas posibles y establecer, más adelante, criterios de evaluación que nos permitan validar este servicio como parte esencial, en la última fase de reinserción de las personas drogodependientes.