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Urbanismo, psicoanálisis y exclusión residencial

En la Sede Universitaria Ciudad de Alicante se ha organizado una extraña mesa redonda con el título “Inconsciente, psicoanálisis y ciudad”, en la que José Ramón Navarro, urbanista y profesor universitario jubilado, junto con Roque Hernández, psicoanalista y director del “Molinet”, centro de orientación y salud mental, construyeron un diálogo en torno a un título de tan difícil rima. Confieso, seamos honestos, que me movían para asistir como público dos preguntas: la primera, obvia, ¿de qué va esto?; la segunda, igual de espontánea, pero menos correcta, ¿y a quién le importa? Confieso también, digámoslo todo, que me gustó y me ha dado para pensar y escribir. 

El diálogo comenzó planteando que la interdisciplinariedad no es simplemente yuxtaponer miradas sobre un objeto, ni aplicar al campo propio herramientas prestadas de terrenos ajenos. Interdisciplinariedad, en su proceso más acabado, es llegar a construir juntos un objeto nuevo que solo de forma conjunta pueda ser abordado.

Nota personal: me gusta el planteamiento, pues es cierto, en el Centro de Acogida e Inserción para Personas Sin Hogar de Alicante, servicio gestionado y dirigido por la Fundación Salud y Comunidad (FSC), la interdisciplinariedad es precisamente eso, dejar de ver pacientes, educandos, residentes o usuarios/as… es conseguir centrar, gracias al concurso de un equipo complejo, la persona atendida en toda su complejidad.

En el diálogo entre urbanismo y psicoanálisis, esa nueva extraña criatura común fue surgiendo (no sin dificultad). Jacques Lacan mencionó, en una conferencia en Estados Unidos que “el inconsciente es Baltimore al amanecer” (en Internet puede encontrarse el contexto donde esta metáfora tiene sentido), la cita nos dio una pista. Esa ciudad, frenética, apenas vislumbrada por una ventana, todavía incierta e indefinida, todavía oscurecida, no permite identificar al sujeto (Lacan lo formula así: “¿dónde está el sujeto? Es necesario plantear el sujeto como objeto perdido”) …diría yo que, en esa viñeta concreta, Baltimore no es tampoco, siquiera todavía una ciudad. ¿Qué falta? El relato; que esos significantes urbanos, abiertos, apiñados, en frenético movimiento circulatorio se conviertan en significados; que sean realmente un algo para un alguien; que tengan un sentido; que sean ordenados por el lenguaje; que sean, de hecho, un lenguaje.

Es la ciudad como relato y lenguaje la que permite ir más allá de esa amalgama autónoma entrevista al alba. Es esta significación la que hace posible el recorrido como acto de exploración en lugar de la deriva o la servil obediencia al camino trazado por el navegador de turno. Es la necesidad de relatar la ciudad lo que permite la experiencia de perderse para poder encontrar algo perdido en ella, por ejemplo (y fundamentalmente) a uno mismo, a una misma. Es la necesidad de cartografiar la memoria colectiva y dibujarse dentro de ella. Es el relato que puede introducir una chispa más de emoción y sentido que la mera funcionalidad de la ciudad moderna de Le Corbusier con sus estrictas funciones de trabajar, recrearse, circular y habitar en sitios diferenciados, en espacios sitiados. Relatar la ciudad es, no solo amontonar las palabras de urbanistas, sino aportar los necesarios silencios, para que también la ciudadanía pueda habitar su propio relato, para poder, de algún modo decirnos.

Es la ciudad como lenguaje, exigencia, simultánea e ineludible de un sujeto que lo recibe y lo transforma (precisamente en esto consiste ser sujeto-ciudadano). Es la posibilidad de vacío habitable (como un acto creativo de desocupación acotada) en lugar de la nada (esa experiencia agónica e inhóspita sin límites ni coordenadas donde la única opción cabal para el sujeto será perder la cordura). Incorporarse al relato de la ciudad es, en definitiva, la posibilidad de ser-en-relación con una ciudad, fantaseada como madre y amante, que ofrece, como posibilidad y tarea, la experiencia de seguridad y la aventura de la libertad. Relatar la ciudad, es también, que el psicoanalista calle para evidenciar que, más allá de su saber, hay un universo sociológico y urbano que le es extraño.

¿Cuál es pues ese objeto nuevo que surge del curioso diálogo entre dos veteranos del urbanismo y la psicología? La ciudad relatada, que solo puede ser convenientemente comprendida precisamente dentro de un diálogo. Llegar aquí nos llevó un buen rato y cuando lo pienso y juego mentalmente con este objeto me entran locas ganas de introducirme en la conversación y, como director del Centro de Acogida e Inserción para Personas Sin Hogar de Alicante, dejar en medio una pregunta, un tema, una cuestión todavía no abordada pero urgida en este enfoque inesperado y que intuyo que es bisturí para seguir indagando: ¿Por qué no tratar de pensar, también desde allí, qué significa la exclusión residencial y, en particular el sinhogarismo concurrente con la problemática de salud mental grave? La pregunta es doble: ¿qué significado tiene esta realidad? y ¿a qué está dando un significado? Este asunto es precisamente la brecha, la merma, el fallo, la grieta que evidencia, brutalmente, un doble fracaso: el de la ciudad como espacio de cobijo y el de la persona en la inscripción de su propio relato identitario.

Este enfoque, todavía neonato, de la ciudad como lenguaje, podría ser pieza clave que nos permita, por fin, unir en un abordaje único y coherente, la mirada estructural y estrictamente sociológica con la mirada individualizada e igualmente radical del sujeto en su propio desarrollo. Ya veremos hasta qué punto pueden ser, este extraño diálogo y estas ideas, a duras penas comprendidas, enriquecedoras o baldías… por el momento creo que vale la pena seguir explorando.

No es fácil descender de este “hiperuranio” de abstracción a sus aplicaciones concretas, es además todavía muy pronto para tratar de hacerlo. La cotidianidad, no obstante, sigue su curso, en el tiempo de barbecho de este escrito, se ha hecho preciso gestionar en el CAI la avería de un horno en cocina, una sustitución intempestiva de una compañera enferma, el acompañamiento a un gran equipo de trabajo, unos ciento cincuenta correos, un protocolo frente a casos de escabiosis, compromisos varios en redes de trabajo, revisar un presupuesto, cuanto menos complejo, el bendito informe mensual, el nuevo protocolo de derivación de casos de urgencia con la policía local, algunos problemas de dirección que sí entiendo y otros muchos que trato de comprender… Resulta apasionante hacerlo y, a la vez, tomar un pequeño respiro para pensar desde otros lugares y jugar a parafrasear a Lacan: “Es temprano esta mañana, cuando cierro este artículo, por la ventana del despacho puedo ver el centro y es un instante muy interesante, todavía no ha despuntado el día. La pantalla del ordenador me indica a cada minuto el cambio de hora; naturalmente se oyen ya los ruidos del centro en la mañana, todo lo que puedo ver, excepto algunos árboles lejanos, es el resultado de pensamientos, de pensamientos activamente pensantes en los que la función de los sujetos no es completamente clara y mucho menos obvia… el CAI es Baltimore al amanecer”.


Fidel Romero Salord
Director del Centro de Acogida e Inserción para Personas Sin Hogar de Alicante de la Fundación Salud y Comunidad

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