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«Tras la fachada de la libre elección de la prostitución, se esconden situaciones de pobreza, violencia y/o falta de oportunidades»

Desde 2020, la Fundación Salud y Comunidad (FSC) impulsa en las provincias de Castellón y Valencia el programa “¿Caminas?” de Itinerarios sociolaborales. Se trata de un recurso especializado dirigido a mujeres en contextos de prostitución, muchas de ellas de origen migrante y en situación de vulnerabilidad. Su objetivo es facilitar procesos de inserción social y laboral que les permitan construir alternativas reales, dignas y sostenibles. El programa cuenta con la financiación de la Fundación “la Caixa”, el Fondo Social Europeo, el Ministerio de Igualdad y la Conselleria de Servicios Sociales, Igualdad y Vivienda de la Generalitat Valenciana. En esta entrevista, Sonia Ferrer, coordinadora del programa, reflexiona sobre su experiencia, los retos del acompañamiento y las claves para avanzar hacia una sociedad más justa.

– En líneas generales, ¿en qué consiste el programa “¿Caminas?” de Itinerarios sociolaborales?

“¿Caminas?” nace en 2020 como una ampliación del trabajo que ya veníamos haciendo desde el Programa IMMA, centrado en la atención directa y el acceso a derechos de mujeres en situación de prostitución y/o victimas de trata de seres humanos. Muchas de ellas, tras cubrir sus necesidades básicas, empezaron a pedirnos apoyo para formarse, buscar un empleo y construir un futuro diferente.

De modo que “¿Caminas?” se plantea como un itinerario de acompañamiento integral que trabaja para que puedan acceder a recursos formativos, mejorar sus condiciones de vida, encontrar un empleo y, sobre todo, recuperar la confianza en sus propias capacidades. El objetivo final del programa es generar alternativas reales y sostenibles fuera de los contextos de explotación.

– ¿Qué tipo de acompañamiento ofrecéis a las mujeres que participan?

El acompañamiento es individualizado, flexible y multidisciplinar. Comienza con una acogida inicial, en la que evaluamos las necesidades de cada mujer, y a partir de ahí, se diseña un itinerario que puede incluir orientación laboral, formación, intervención social y psicológica, asesoramiento jurídico, acceso a recursos sanitarios, apoyo en trámites administrativos y ayudas económicas especificas (becas de transporte, conciliación familiar y asistencia formativa). También trabajamos mucho la motivación, la autoestima, la estabilidad emocional y el reconocimiento de derechos.

– ¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrentan las mujeres cuando quieren iniciar un proceso de inserción laboral?

Hay muchos obstáculos, tanto estructurales como personales. La mayoría de mujeres con las que trabajamos no tiene una red de apoyo; muchas no tienen permiso de residencia o están en trámites; otras arrastran situaciones de violencia, deudas o explotación. A todo ello, se une el peso del estigma social y la precariedad del mercado laboral, que dificulta aún más su acceso a un empleo digno.

Una de las creencias más duras que tienen es que “no hay alternativas”. Imagina una mujer que lleva desde los 18 años en situación de prostitución y que ahora tiene 40. Nunca ha tenido un contrato, no conoce otro modo de vida, y, además, arrastra experiencias de violencia, estigmatización y aislamiento. A eso se suman barreras legales (como la falta de permiso de trabajo), desconocimiento de derechos, dificultades de idioma y miedo a ser reconocidas por antiguos clientes en un nuevo entorno laboral. Muchas veces, lo primero que trabajamos no es un currículum, sino el redescubrir sus capacidades y visualizar una vida distinta y posible.

¿Cómo abordáis estos retos desde el programa?

Desde un enfoque de derechos y sin juzgar. Trabajamos para que cada mujer pueda reconstruir su propio proyecto de vida, respetando sus tiempos y decisiones. Es fundamental ofrecer apoyo emocional, estabilidad social y herramientas prácticas. También es clave la coordinación con otros recursos: trabajamos en red con servicios sociales, entidades del territorio, salud mental, centros formativos, etc.

– ¿Quieres compartir algún testimonio o experiencia positiva significativa de vuestro trabajo?

Sí, muchas experiencias nos han marcado. Por ejemplo, una mujer de origen rumano participó en el programa sin tener claro si quería dejar atrás el mundo de la prostitución. Poco a poco, a través de sesiones y su propia reflexión, empezó a ver posibilidades. Accedió a formaciones, realizó prácticas y consiguió varios empleos hasta conseguir algo que para ella era un sueño. Desde hace más de un año, trabaja como mediadora en un recurso similar al nuestro, donde acompaña a mujeres en contextos de prostitución a buscar alternativas para salir de ese mundo.

– ¿Cómo valoráis el impacto que ha tenido el programa hasta el momento?

Es difícil medirlo solo en cifras. Hemos acompañado a más de 70 mujeres y unas 20 han accedido a empleos formales. Pero el verdadero impacto está en los cambios vitales: en que recuperen su voz, su dignidad y su derecho a elegir. A día de hoy, muchas de ellas han conseguido abandonar el mundo de la explotación sexual, gracias al apoyo económico de los servicios sociales o logrando empleos estables como camarera de pisos, limpieza, auxiliar de geriatría, restauración y cocina, en fábricas, etc. Más allá de los datos, lo importante es el proceso, cuando una mujer empieza a creer en sí misma, el camino se transforma.

– ¿Qué necesidades detectáis actualmente para mejorar la inserción laboral de mujeres en situación de prostitución?

Fundamentalmente, que se requiere de más recursos para desarrollar los itinerarios, acceso garantizado a formación con prácticas independientemente de su situación administrativa, medidas de apoyo a la regularización administrativa, y, sobre todo, políticas públicas que aborden la prostitución como una forma de violencia estructural y no como una elección libre. También necesitamos que la sociedad se implique más, que haya menos juicio y más escucha.

– ¿Qué destacarías más de vuestro trabajo con estas mujeres?

Decir que son mujeres fuertes, resilientes, con las que aprendemos mucho día a día. Y que nadie nace para ser explotada. Tras la fachada de la libre elección de la prostitución, se esconden situaciones de pobreza, violencia y/o falta de oportunidades. Por eso, trabajamos para ofrecer alternativas reales que permitan salir del sistema prostitucional. Muchas veces lo que necesitan es que alguien confíe en ellas, les tienda una mano y les diga: “puedes hacerlo, no estás sola”. Y eso es lo que intentamos hacer cada día en este programa.

Asimismo, creemos en una sociedad donde la dignidad no se negocia y cada vida cuenta. Para lograrlo, necesitamos cuestionar la normalización de la prostitución y apostar por políticas que protejan, no que perpetúen. Necesitamos una sociedad que reconozca la dimensión estructural de la explotación sexual y que se legisle en consecuencia.

– ¿Quieres aprovechar la entrevista para comentar algo más?

Sí, me parece interesante dar alguna recomendación a otras entidades o profesionales que quieran poner en marcha un programa similar, y es que empiecen escuchando. Que no impongan rutas, sino que acompañen procesos. Que cuiden también a los equipos, porque el desgaste es real. Y que no tengan miedo de crear redes: este trabajo solo tiene sentido si lo hacemos juntas.

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