En el Servicio Psicológico y Jurídico de Atención a las Mujeres del Instituto Catalán de las Mujeres, de la Generalitat de Catalunya, gestionado por la Fundación Salud y Comunidad (FSC),  atendemos un porcentaje mayoritario de mujeres que sufren maltrato psicológico. Estas mujeres presentan, más allá de las características del caso por caso, una sintomatología parecida, con un denominador común: una autopercepción desvalorizada, con las consecuencias que se derivan a nivel de una identidad dañada.

La base de la violencia denominada de género contra las mujeres es siempre la violencia psicológica, a la cual, además, se le puede añadir la física. Por lo tanto, la división entre violencia física y psicológica no tiene sentido. También se pueden dar casos de “muertes psicológicas” producidas por la pérdida progresiva de la identidad como consecuencia del maltrato.

¿Cómo despertar de la “muerte psicológica”, de la muerte de la capacidad de decidir libremente…?

Ninguna mujer está libre de sufrir, a lo largo de su vida, algún maltrato por razón de género, ya sea en la pareja, en el ámbito familiar o social, pero es posible conseguir un fortalecimiento interno que prevenga de ciertas vinculaciones afectivas destructivas o reduzca las posibilidades de repeticiones de tales sufrimientos.

En el camino de la recuperación emocional, se pueden establecer tres fases, posteriores a la toma de conciencia-reflexión, y de una etapa en la que las mujeres deben ser escuchadas, informadas y orientadas.

  1. Elaboración de los duelos. Una vez se ha constatado que se ha instalado una situación de maltrato, y frecuentemente después de emprender las acciones legales pertinentes, comienzan a hacer acto de presencia las pérdidas. Muchas mujeres hablan de la sensación de pérdida de la familia ideal, de la pareja ideal, etc. Estos sentimientos siguen un proceso similar a la muerte de un proyecto que es necesario enterrar para pasar página, recordando, no obstante, las heridas Implica como una “digestión psicológica” de las vivencias traumáticas para convertirlas alquímicamente en sabiduría y fortaleza.
    Será necesario analizar, por ejemplo, por qué se interpretaba como amor lo que era posesión y control. También el posible enlace entre determinadas elecciones de pareja y ciertos modelos familiares vividos en la infancia y/o adolescencia.
  1. El divorcio emocional. A veces es más difícil conseguir el divorcio emocional que el legal. Conlleva disolver el vínculo afectivo con el otro que está en posición de maltratador y modificar la posición subjetiva en la relación, se haya roto o no la convivencia, o se mantenga solo un vínculo por los hijos/as en común. No hay esclava, si no hay amo, por lo tanto, deconstruir la figura del maltratador como amo desde la propia subjetividad es imprescindible para la recuperación de la salud psíquica de la mujer maltratada. Esta percepción se ha configurado en base a la sobreadaptación producida por el maltrato. Hay mujeres que cuando tienen que ir a declarar a un juicio se bloquean y no pueden hablar debido a la proximidad física del maltratador, mientras que trabajando aspectos relacionados con el poder ganan confianza en sí mismas y se les atenúa el miedo.
  1. Acceso a la autonomía. Para recuperar la identidad dañada es necesario conseguir paralelamente el acceso a la autonomía personal. Redescubrir la capacidad creativa, acostumbrarse, en definitiva, a recuperar el goce por la propia existencia como mujer. Respetar y entender posibles altibajos en el estado de ánimo, ser o intentar ser la “mejor amiga de una misma”, recuperar la calidad de la maternidad (la relación con los hijos/as si se tienen), aficiones, estudios, contactos sociales y familiares que se habían perdido, instaurar como normal cuidarse físicamente y emocionalmente mediante, por ejemplo, revisiones médicas periódicas, talleres de autoestima y defensa, deporte, masajes, danza… es decir, hacerse propietarias de sus cuerpos, de su sexualidad y de su vida.

En términos genéricos, la cultura patriarcal tiende a producir relaciones disarmónicas entre hombres y mujeres y en la población general, pero otra vida es posible y nunca es tarde para intentar conseguirlo.

Gemma Cánovas Sau – Psicóloga clínica-Psicoterapeuta